LA CALZADA DE LOS GIGANTES
La primera impresión cuando me encontré ante la Calzada del Gigante fue que no era real, que era imposible que una erupción volcánica hubiera creado aquella formación hexagonal perfecta. Imaginé a un puñado de irlandeses locos tallando piedras como posesos, quizá rindiendo homenaje a algún dios celta. Me pareció una explicación razonable. Luego recordé la forma de los copos de nieve observados bajo la lente del microscopio. ¿Lo has visto alguna vez? Entonces comprendí que la naturaleza se construye con formas geométricas, creando esa realidad en la que el ser humano se basa para inventar cosas que mejorarán nuestras capacidades. Me pregunté si alguna vez había sido capaz de crear algo auténtico, así de la nada, aunque fuera por casualidad.
Caminé sobre los pilares hexagonales erosionados por el oleaje, introduciéndose en el mar en forma de cuña de roca volcánica. Crucé la puerta natural que configuraban las columnas de basalto más elevadas, como si fueran restos de la fortaleza de Finn, el gigante, que protegía su hogar y la calzada que construyó.
Pienso en la historia de los gigantes, en el miedo que se tenían en realidad y que acabó con la calzada que unía ambas tierras. ¿Acaso el miedo sigue destruyendo calzadas en la actualidad? Yo creo que sí.
La tierra que se extiende más allá de la fortaleza de Finn el gigante hace honor a la leyenda. Una costa escarpada en la que la roca volcánica, las formaciones basálticas y la hierba que reina en Irlanda configuran un paisaje de colores rojos, ocres y verdes que me llevan de Irlanda al Salvaje Oeste, conectando a los emigrantes irlandeses con los pioneros americanos.
He recorrido el territorio de Finn caminando, obviando el autobús que hubiera hecho mi experiencia más cómoda. Estoy contento de haberlo hecho así. No es demasiado largo ni duro, y de esta manera me llevo la experiencia en las suelas de mis zapatos, los músculos de mis piernas y las imágenes de mi retina mejor guardadas en la memoria.
Tal vez tus piesitos te pidan otra cosa, no importa, esta maravilla de la naturaleza se quedará contigo de igual manera.
Por el sendero circular que recorre la calzada del gigante llegamos hasta nuestro coche que habíamos dejado aparcado, como tantos otros, a un lado de la carretera, eludiendo así el pago del aparcamiento oficial.
Me marcho con la sensación de visitar uno de esos sitios casi únicos y especiales, de haber encontrado un espacio y vivido un instante en la casa de Finn el gigante, convencido de que mi miedo no me hará romper calzadas ni caminos, sean cuales sean, que me lleven a descubrir los rincones del mundo y quién sabe si mágicas experiencias.